Evolución
La formación del sistema solar
La formación de las atmósferas
La formación de la atmósfera de Venus
Las atmósferas de La Tierra y de Marte
Mercurio y Venus
Mercurio
Venus
La atmósfera de Venus
La Tierra
La atmósfera y la magnetosfera de la Tierra
La estructura interna de la Tierra y la tectónica
El recalentamiento climático
La Luna
La Luna
La exploración de la Luna
La superficie de la Luna
El origen de la Luna
Marte
Marte
El agua sobre Marte
La exploración de Marte después del año 2.000
Curiosity
El recalentamiento climático
La temperatura media de la Tierra en su conjunto no es estable, sino que varía
con el tiempo, como lo prueba el análisis de las capas geológicas. Nuestro
planeta, por ejemplo, era una decena de grados más frío hace 20.000 años, durante
el apogeo del último periodo glaciar.
Estas variaciones son, sin embargo, muy lentas, la temperatura solo ha fluctuado
0,2 grados entre el año mil y finales del siglo XIX. El hecho que inquieta a la
comunidad internacional en la actualidad es la aceleración del fenómeno, que se
produce desde ahora en adelante a un ritmo inigualado en el pasado.
Así pues, desde finales del siglo XIX, en apenas un centenar de años, la
temperatura media del globo aumentó en 0.6 grados. Lo peor, las simulaciones por
ordenador parecen indicar que el recalentamiento va a acelerarse, y la
temperatura media podría en consecuencia aumentar de 1,4 a 5,8 grados de aquí a
finales del siglo XXI.
Es este fenómeno que se llama el recalentamiento climático.
El efecto invernadero
Las variaciones de temperatura de la atmósfera están generalmente vinculadas a
diferentes factores, como las fluctuaciones de la actividad del Sol o la
velocidad de rotación de la Tierra. Pero la mayoría de los científicos piensan
que la causa principal del recalentamiento actual del planeta es un fenómeno
diferente, llamado "efecto invernadero".
Se trata de un proceso por el cual una gran parte de la energía del Sol que
alcanza la Tierra es almacenada por la atmósfera de nuestro planeta, en vez de
reflejada y reenviada hacia el espacio.
La naturaleza de la radiación que emite un cuerpo depende de su temperatura. El
Sol, con una temperatura de superficie de 6000 grados, emite principalmente en el
domino visible, y su energía atraviesa fácilmente nuestra atmósfera.
Pero, como la temperatura de la Tierra es mucho más baja que la del Sol, nuestro
planeta reemite esta energía en forma de radiación infrarroja. Entonces, ciertos
gases de la atmósfera como el dióxido de carbono, el metano y el protóxido de
nitrógeno, aunque transparentes en el dominio visible, son opacos a la luz
infrarroja. Bloquean, pues, la radiación reemitida, absorben su energía y se
recalientan.
Una gran parte de la energía solar que nos alcanza es así absorbida por la
atmósfera terrestre, un fenómeno que también se encuentra a una escala más
espectacular sobre el planeta Venus.
La responsabilidad humana
La causa más probable de la aceleración del efecto invernadero y del
recalentamiento climático desde finales del siglo XIX es el impacto del hombre
en su medio ambiente.
Enormes cantidades de gas de efecto invernadero son, en efecto, soltadas en la
atmósfera por distintas actividades modernas como la utilización de combustibles
fósiles en la industria y los transportes, así como algunas prácticas agrícolas
como la deforestación y la ganadería.
Consideramos así, por ejemplo, que la concentración del dióxido de carbono en la
atmósfera aumentó un 30 por ciento desde el principio de la era industrial, lo
que contribuye de manera no despreciable al efecto invernadero.
En los 150 últimos años, los
glaciares alpinos como el de Aletsch en Suiza habrían perdido por
término medio la mitad de su volumen. Crédito:
Tobias Alt |
Los efectos del recalentamiento
Los efectos del recalentamiento ya se hacen ver con, por ejemplo, la retirada de
algunos glaciares, una subida de una decena de centímetros del nivel de los
océanos por expansión térmica del agua, así como la reducción de grosor del
casquete polar ártico.
La aceleración del fenómeno durante el curso del siglo XXI debería conducir a
efectos más señalados, en particular un aumento más neto del nivel medio de los
océanos y variaciones extremas en las condiciones meteorológicas, con la clave
de olas de calor y períodos de fuertes precipitaciones.
Los efectos pronto se harán sentir sobre las poblaciones humanas con más
inundaciones, más períodos de sequedad, problemas de abastecimiento de agua
potable, desarrollo de enfermedades como la malaria, la desaparición de ciertas
zonas costeras o de islas de baja altitud.
A más largo plazo, se pueden prever fenómenos como la fundición del casquete
glaciar que cubre Groenlandia, lo que conduciría a una subida de 6 metros del
nivel de los océanos, con un impacto en la mayoría de las regiones costeras del
mundo. |