La aparición de la vida sobre Tierra
La química de la vida
La aparición de la vida sobre la Tierra
La aparición de las células y de la fotosíntesis
La explosión de la vida multicelular
Los planetas extrasolares
Los métodos de detección de exoplanetas
Las observaciones de exoplanetas
Las misiones espaciales CoRoT y Kepler
La búsqueda de vida extraterrestre
Los sistemas planetarios favorables para la vida
Los planetas favorables para la vida
La detección de señales extraterrestres
La búsqueda de señales extraterrestres
La paradoja de Fermi
Los planetas favorables para la vida
Para que un planeta sea favorable a la aparición de la vida y la inteligencia,
su órbita debe encontrarse en la
zona de habitabilidad alrededor de una estrella
bastante similar al Sol, pero necesita también presentar ciertas características
físicas.
Kepler-186f es un exoplaneta que orbita la estrella enana roja Kepler-186. Es
el primer planeta del tamaño de la Tierra que ha sido descubierto en la zona
habitable de una estrella. Es el último de cinco planetas descubiertos por el
telescopio Kepler de la NASA que orbita esa estrella.
Hasta abril de 2014, Kepler-186f es el planeta más pequeño encontrado dentro de
la zona habitable de una estrella, y se cree que pueda albergar agua en forma
líquida. Se encuentra a unos 492,3 años luz de la Tierra, y su radio es solo un
11% más grande que el de ésta. Crédito:
NASA
Ames/SETI Institute/JPL-Caltech
La masa del planeta
La masa del planeta es un parámetro esencial. Debe, en primer lugar, ser
suficiente para que la gravedad esté en condiciones de retener elementos ligeros
como el carbono o el oxígeno. El planeta debe también contener suficiente
materia radioactiva para poder liberar energía durante miles de millones de
años. Esta energía es crucial para sostener un volcanismo y una
tectónica de
placas que son probablemente factores esenciales. Es así, debido a su masa
demasiado baja, que
Marte se enfría demasiado deprisa y se ha transformado en un
mundo sin notable actividad geológica.
La masa del planeta no debe tampoco ser demasiado grande. Para los planetas
gigantes del sistema solar, Júpiter,
Saturno,
Urano y
Neptuno, la gravedad es
tan fuerte que ningún elemento químico ha podido escaparse. Estos planetas están
así constituidos esencialmente por hidrógeno y helio, un medio ambiente
calificado de reductor que impide la formación de las moléculas de la vida.
Una atmósfera y una hidrosfera
El planeta debe poseer una
atmósfera. En primer lugar, porque la síntesis de
moléculas orgánicas en cantidades no desdeñables no puede hacerse en el vacío,
por ejemplo, en la superficie de la
Luna. A continuación, porque esta atmósfera
constituirá también una pantalla protectora que impedirá a las primeras
moléculas complejas ser destruidas por la radiación solar, en particular en el
ultravioleta y los rayos X.
Además de una atmósfera, el planeta debe disponer de una hidrosfera, es decir,
de una amplia cantidad de agua líquida. Es en esta hidrosfera que las moléculas
se encontrarán en concentración suficiente para permitir reacciones químicas en
gran cantidad. El agua es además uno de los elementos indispensables en
numerosas interacciones químicas necesarias para la vida, al menos en una forma
similar a la nuestra. Esta hidrosfera ofrece, por otra parte, una mayor
protección contra las radiaciones nocivas a las primeras moléculas.
La estructura del planeta
Otro elemento probablemente esencial es una litosfera, es decir, una superficie
sólida. La agregación de pequeñas moléculas en conjuntos más complejos parece en
efecto necesitar una superficie sólida, más bien que un medio liquido en
movimiento permanente. Además, la mejor manera de obtener elevadas
concentraciones de un compuesto químico es depositar este compuesto en un charco
de agua y dejar a la evaporación hacer su trabajo.
En el corazón del planeta la presencia de un núcleo metálico parece esencial.
Este núcleo producirá, por su rotación, un campo magnético que formará una
magnetosfera capaz de proteger la superficie del planeta de rayos cósmicos,
dañinos para el desarrollo de la vida.
Un gran satélite
Por fin, una condición más controvertida es la existencia alrededor del planeta
de un gran satélite como la Luna. La presencia de tal cuerpo, por su influencia
gravitacional, garantiza una mayor estabilidad del eje de rotación
del planeta, y en consecuencia una mayor estabilidad de parámetros tales como la
temperatura media. La Luna es también la causa de las mareas sobre Tierra, y
algunos investigadores piensan que el fenómeno de marea hace de las zonas
costeras y del constante vaivén del mar una situación ideal para la formación de
las primeras moléculas. |