La aparición de la vida sobre Tierra
La química de la vida
La aparición de la vida sobre la Tierra
La aparición de las células y de la fotosíntesis
La explosión de la vida multicelular
Los planetas extrasolares
Los métodos de detección de exoplanetas
Las observaciones de exoplanetas
Las misiones espaciales CoRoT y Kepler
La búsqueda de vida extraterrestre
Los sistemas planetarios favorables para la vida
Los planetas favorables para la vida
La detección de señales extraterrestres
La búsqueda de señales extraterrestres
La paradoja de Fermi
La detección de señales extraterrestres
La presencia de
planetas alrededor de otras estrellas ha sido demostrada, y es
más que probable que existen numerosos sistemas planetarios que tienen las
características favorables para el desarrollo de la vida (nuestra Galaxia
contiene más de 300 mil millones de estrellas). En estas condiciones,
procesos
naturales semejantes a los que se produjeron sobre la Tierra, probablemente,
habrán dado origen a la vida sobre otros planetas.
Con una buena dosis de suerte y dando a la naturaleza mucho tiempo, parece
natural imaginar que sobre algunos de estos planetas la vida habrá evolucionado
hacia la inteligencia, y que existe, así pues, un cierto número de civilizaciones
avanzadas alrededor de otras estrellas. ¿Si tales civilizaciones extraterrestres
existen, cuál es el mejor medio de descubrirlas o de comunicar con ellas?
Enviar una nave espacial o una sonda necesitaría un tiempo colosal a causa de
las distancias astronómicas pendientes. Así, la estrella más próxima del sistema
solar, Próxima Centauri, se encuentra a 4,2 años-luz, es decir, más o menos
40.000 mil millones de kilómetros. A su velocidad actual, 17 kilómetros por
segundo, la sonda Voyager 1 emplearía cerca de 75.000 años para ir allá (si se
desplazara en la buena dirección), y esto únicamente para la ida. Se puede
evidentemente soñar con tecnologías más avanzadas, pero, incluso para una
civilización más desarrollada que la nuestra, la duración y el coste de un viaje
más rápido serían enormes.
La radioastronomía
La mejor solución, en el estado actual de nuestros conocimientos, consiste en
recurrir a las
ondas electromagnéticas, muy particularmente en el
campo de
radio. Se trata entonces, o de captar un mensaje que intencionalmente nos sería
enviado por otros seres inteligentes, o de interceptar fugas en sus
transmisiones internas, al igual que otras civilizaciones cercanas podrían
interceptar nuestros programas de radio o televisión.
Las ondas de radio presentan numerosas ventajas. Primero, se desplazan a la
velocidad de la luz. Sólo necesitan, pues, 4,2 años para alcanzar Próxima Centauri,
por ejemplo. Luego, son fáciles de crear o recibir, y esto a un coste bajo. Por fin,
no son perturbadas por el campo magnético galáctico y, para un cierto número de
frecuencias, la absorción y la difusión por la
materia interestelar son muy
bajas.
El radiotelescopio de Arecibo está situado en Arecibo, Puerto Rico, al norte
de la isla. El telescopio de Arecibo destaca por su gran tamaño: el diámetro de
la antena principal es de 305 metros, construida dentro de una depresión. La
antena convergente es la más grande y curvada del mundo, lo que le aporta una
gran capacidad de recepción de ondas electromagnéticas. La superficie de la
antena está formada por 38 778 láminas perforadas de aluminio; cada una mide
aproximadamente 1 x 2 m, soportadas por un entramado de cables de acero.
Es una antena esférica (en oposición a antena parabólica). Esta forma proviene
del método utilizado para orientar el telescopio. El reflector es fijo pero la
antena y su receptor se sitúan en su punto focal para interceptar las señales
reflejadas de las diferentes direcciones por la superficie esférica. El receptor
está situado sobre una plataforma de 900 toneladas, suspendida 150 m en el aire
por 18 cables sujetados por tres torres de hormigón armado, una de 110 m de
altura y las otras dos de 80 m de altura (las cúspides de las tres torres están
al mismo nivel). La plataforma posee una vía giratoria de 93 m de longitud, en
forma de arco, sobre la cual se montan la antena de recepción, los reflectores
secundarios y terciarios. Esto le permite al telescopio observar cualquier
región del cielo en un cono de 40 grados alrededor del cenit local (entre -1 y
38 grados de declinación). La localización de Puerto Rico cerca del Ecuador le
permite a Arecibo observar todos los planetas del Sistema Solar. Crédito :
www.naic.edu
El inconveniente de las ondas de radio es que ciertos campos de frecuencias
están muy contaminados por objetos creados por el hombre, como los satélites,
pero también por la inmensa mayoría de cuerpos o fenómenos celestes: estrellas,
púlsares,
nubes de gas,
quásares, o incluso la radiación
fósil misma.
Esta contaminación generalizada hace a los radioastrónomos considerar sólo un
pequeño campo de frecuencia comprendido entre 1 y 100 gigahercios en el campo de
microonda. En esta región reina una calma relativa, si no es un murmullo debido
a la radiación fósil, y es posible emitir o recibir señales a un coste bajo
energético y financiero. La gran mayoría de los esfuerzos de detección de
señales extraterrestres son, así pues, llevadas sobre este campo de frecuencia. |