INTRODUCCIÓN ASTRONOMÍA Y ASTROFÍSICA

VOLVER A PRINCIPAL

 

LA HISTORIA DE LA ASTRONOMÍA

 

Los principios de la astronomía

 

De la antigüedad a la edad media

 

El movimiento aparente de los planetas

 

Los principios de la astronomía

 

La astronomía en Mesopotamia

 

La astronomía de Egipto antiguo

 

La astronomía griega

 

La astronomía en tierra de Islam

 


La llegada de la astronomía moderna

 

Nicolás Copérnico

 

Tycho Brahe

 

Johannes Kepler

 

Galileo Galilei

 

Isaac Newton

 

La mecánica celeste

 


El nacimiento de la astrofísica

 

Las ondas luminosas

 

El análisis espectral, la temperatura y la composición química

 

El análisis espectral, el efecto Doppler y otras aplicaciones

 


La astronomía de los siglos XX y XXI

 

Catalejos y telescopios

 

La alta resolución angular

 

La radioastronomía

 

La astronomía en otras longitudes de onda

 

 

 

Los principios de la astronomía

Los hombres ya observaban el cielo hace decenas de millares de años. Fenómenos tales como el desplazamiento del Sol en el cielo o los cambios de aspectos de la Luna les eran familiares.

La medida del tiempo

Poco a poco, comenzaron a utilizar estos fenómenos en su provecho. El movimiento del Sol en el cielo, desde el este al amanecer hasta el oeste al crepúsculo, podía servirles para medir el tiempo en el curso del día. El ciclo de las fases de la Luna les permitía establecer un calendario muy útil para fijar la fecha de fiestas religiosas.

Otro fenómeno más lento también resultó de una gran utilidad. El aspecto del cielo nocturno no era lo mismo a lo largo del año, algunas estrellas solo eran visibles en verano, otras únicamente en invierno. Además, si se examinaba la posición aparente de la salida del sol con relación a las estrellas, resultaba claramente que esta posición no era fija, sino cambiaba lentamente de un día a otro.

Los Antiguos habían comprendido que este movimiento estaba unido al ciclo de las estaciones. Después de un ciclo completo, la salida del sol encontraba la misma posición con relación a las estrellas. El fenómeno permitía así crear un calendario extremadamente útil para la agricultura, que permitía prever el periodo más favorable para las semillas y las cosechas.

En sus principios, la astronomía era, pues, una herramienta esencialmente de medida del tiempo. Su desarrollo fue acelerado probablemente por el problema siguiente. Los primeros astrónomos se dieron cuenta que los tres intervalos de tiempo básicos, el día, el mes —definido por el ciclo lunar— y el año, no eran compatibles entre ellos. En particular, el año no correspondía a un número entero de meses ni a un número entero de días.

El establecimiento de calendarios fiables necesitaba, en consecuencia, una observación muy atenta del cielo. Así es como la observación de los astros en el cielo se desarrolló y alcanzó un nivel muy alto, como lo demuestran los escritos de las grandes civilizaciones antiguas, en particular en Mesopotamia, Egipto y China. Es en esta época, para situarse más fácilmente en la bóveda celeste, que los astrónomos agruparon algunas estrellas —de modo totalmente arbitrario—  para formar figuras reconocibles: las constelaciones.

Descripciones del mundo

Además de un conocimiento del movimiento de los astros, las antiguas civilizaciones desarrollaron descripciones del mundo y explicaciones de su origen.

Todas estas teorías tenían por punto en común colocar la Tierra en el centro del Universo. Para los Babilonios, por ejemplo, nos encontrábamos dentro de una cúpula inmensa y sólida rodeada de agua. Agujeros en esta cúpula permitían al agua infiltrarse y dar origen a la lluvia. En Egipto, el cielo era el cuerpo de la diosa Nout, y la Tierra el del dios Geb. Las estrellas eran fuegos que dejaban la Tierra y se elevaban hacia el cielo.

Otro aspecto común de estas descripciones era la creencia en un poder que los astros podían ejercer sobre los hombres. En efecto, para los antiguos, el Sol, la Luna y las estrellas eran fenómenos naturales al igual que las precipitaciones de lluvia, por ejemplo. Por esta razón, los astros debían también tener una influencia principal sobre la vida de los hombres. De ahí se desarrolló la idea —falsa— que la posición de los astros en el cielo tenía un significado oculto: la astrología había nacido.

Todas las representaciones del mundo imaginadas por estas civilizaciones tenían en común limitarse a una descripción de las apariencias. No buscaban descubrir de ley subyacente o elaborar una explicación racional del mundo.

El milagro griego

Esta voluntad de superar las apariencias y buscar un orden en el Universo no apareció hasta al primer milenio antes de nuestra era, en Grecia. Las primeras tentativas de aportar una explicación racional al mundo fueron el hecho de filósofos jónicos del siglo VII antes de nuestra era, como Tales de Mileto, Anaximandro o Anaxímenes. Aparecieron entonces varios sistemas del mundo diferentes, más caprichosos unos que otros, pero que tenían el inmenso mérito de querer explicar el mundo con la ayuda de leyes naturales, mejor que recurriendo a la magia o a los caprichos de los dioses.

Un paso adelante fue llevado a cabo en el siglo VI antes de nuestra era por Pitágoras y sus discípulos, con una primera teoría del movimiento de los cuerpos celestes, llamada Armonía de las Esferas. En esta teoría, la Tierra era una esfera situada en el centro del mundo. Alrededor de ella, encontrábamos una sucesión de esferas que llevaban cada una un cuerpo celeste, en el orden: la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno. Por fin, la última esfera se suponía llevar las estrellas fijas.

Estas esferas no estaban fijas, sino en rotación. Para los pitagóricos, los cuerpos celestes no se desplazaban, pues, ellos mismos, sino eran simplemente arrastrados por la rotación de sus esferas respectivas. Evidentemente, este modelo era incapaz de explicar las irregularidades en el desplazamiento de los planetas, en particular el movimiento retrógrado.

 

 

 

 ASTRONOMÍA Y ASTROFÍSICA - ANTONIO HERAS - SON FERRER (CALVIÁ)

 

 © antonioheras.com 2013